lunes, 23 de julio de 2007

Semilla

Las semillas existen solo en las plantas que tiene flores, las fenerógamas. Estas se forman cuando la flor fecundada se transforma en fruto. El óvulo, después de haber sido fecundado por el polen, sufre grandes modificaciones que culminan en la semilla. Si la flor es, por su exquisita fragancia y por la belleza de sus colores, la parte más atractiva de una planta; la semilla es la más importante, misteriosa y delicada. Porque de ella, de su desarrollo, nacerá un nuevo organismo que dará la seguridad de la continuidad de la especie. La semilla cae en el surco abierto en la tierra hecha por el arado, o en un hoyo hecho en un jardín o una maceta, o simplemente esparcida por los caprichos del viento. Allí el colono, el jardinero, el país, confiará en ellas esperanzas de un futuro mejor y más sereno; porque de esa pequeña semilla dependerá la vida de la familia, la de todos los hombres y mujeres que viven en el campo o en las grandes ciudades. Ese germen que dará una planta, una flor, un fruto, un nuevo árbol. Árbol que crecerá y dará una nueva flor y muchas semillas. Y así se reproducirá interminablemente la especie. Especie que contribuirá al alimento, al bienestar, a las necesidades del ser vivo.
Esa pequeña semilla chupará la humedad de la tierra y se irá hinchando; y con la ayuda de los fermentos escondidos en la tierra, que le dan una potencia formidable, comenzará a crecer, a despertar a una nueva vida. Para germinar, las semillas, además de la humedad y las sustancias que recogen de la tierra, necesitan del calor y del aire. La semilla está dentro de un tegumento que es la envoltura propia, cuya función es proteger y además favorecer la dispersión de la misma. Cada especie presenta en su superficie características propias: en algunas, la piel es lisa (como en la pera, calabaza, sandía); otras tienen capas carnosas (la granada); otras arrugas, crestas, son cerozas. Encontramos otras, como las semillas de los abetos y los pinos, que tienen adosada una especie de ala en un extremo; algunas como la del algodón, están envueltas en espesos y largos pliegues. También están aquellas provistas de mechones vellosos y plumosos; en la nuez moscada está muy desarrollada y ramificada.
La dispersión, si no es organizada por el hombre, se realiza de distintas maneras: a algunas el viento las transporta a través de grandes distancias, al igual que los pájaros. Otras caen en alguna corriente de agua, y así se asegura la dispersión de las diferentes especies vegetales.
La semilla, cuando se desprende de la planta madre, está lista, o sea en condiciones para desarrollarse y dar lugar al nacimiento de una nueva vida. Por eso, donde cae o es plantada necesita para su desarrollos, según la especie, cantidad de agua y oxígeno necesario. La humedad que la semilla encuentre ayudará a que, en el momento de hincharse, se produzca la ruptura del tegumento, permitiendo la yema liberarse.
Algunas nacen en pocas horas, otras en días; algunas demoran meses o varios años, como las coníferas. Esta tardanza se debe a la dureza y espesor del tegumento. En esos casos, cuando el hombre la siembra, generalmente lima el tegumento o sumerge los granos en distintos líquidos para acelerar el nacimiento.
Las semillas tienen distinta duración, y ésta está subordinada a su capacidad de brotar. Algunas, como las de los sauces y álamos, sólo conservan su vitalidad por pocos días; otras se ponen rancias rápidamente y como consecuencia pierden todo poder de germinación. También están las que duran 10 o más años (como el centeno).
Todas necesitan, al igual que los seres vivos, del oxígeno. Hay excepciones, como el caso del arroz, que no necesita una cuota tan alta de oxígeno y puede brotar sumergida bajo el agua. Por este motivo, se siembra a grandes profundidades, y con la tierra bien trabajada, para que el terreno esté bien arreado.
Las semillas no solo sirven para dar nacimiento a una nueva planta; muchas son comestibles, como las arvejas, porotos, judías, nueces, habas, etc. Ahora que hemos analizado en profundidad a la semilla, podemos ver por qué dijimos al principio que era la parte más importante, misteriosa y delicada de la planta.



René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director EcoNews
rene@eco-news.com.ar

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