lunes, 23 de julio de 2007

Maní

La planta del maní, cuyo fruto tiene igual nombre, es originaria de América del Sur; en la actualidad se cultiva en todas las regiones del globo cuyo clima y suelo sean favorables para el desarrollo de este oleaginoso.
La semilla del maní es ese delicioso fruto que, tostado, es un alimento rico y nutritivo, gracias a su riqueza en hidrato de carbono, grasas y sustancias albuminoideas, y muy empleado en confiterías, cumpleaños o simplemente ara acompañar algún aperitivo.
En algunos países europeos se lo conoce con el nombre de “avellana americana” o también “cacahuete”. En nuestro país se cultiva el maní en tierras arenosas y arcillosas: las principales zonas están en las provincias de Córdoba, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Tucumán y Santa Fe.
En las antiguas tumbas de los incas, en Perú, se encontró gran cantidad de semillas de maní, que, según la leyenda de los adoradores del sol, debían acompañar al difunto en su viaje al más allá.
Esta semilla constituía el alimento básico de los esclavos, subyugados por los conquistadores portugueses en el territorio que hoy es Brasil. Esta costumbre, de darle maní como ración diaria a los esclavos indígenas, como único sustento, fue imitada por otros conquistadores que colonizaban África, quienes – poco tiempo después de introducir esta planta – rápidamente la cultivaron en gran escala.
El maní tiene un gran valor nutritivo, contiene tantas proteínas en igual peso como la carne magra. También posee un elevado contenido en fécula y grasa.
La utilidad comercial del maní resulta interesante, proporciona abundante aceite, muy fácil de extraer por simple presión. El aceite que se obtiene es límpido, de olor y sabor agradables, y se puede emplear para los usos de la cocina en sustitución del aceite de oliva (de girasol o de uva) aunque bien su grasitud es algo inferior.
También el aceite de maní se aprovecha para la fabricación de jabón de tocador y cosméticos. En épocas antiguas, este aceite – cuando para iluminar se usaba aceite – tenía ciertas ventajas, como que ardía vivamente y producía poco humo.
Europa actualmente importa de América del Sur gran cantidad de maní, que usa para extraer aceites y derivados, y además lo consume tostado.
El maní es una planta que crece en regiones cálidas y húmedas; herbácea anual con las raíces fibrosas; el tallo poligonal, sencillo en su origen y después ramificado, provisto de pelos suaves, alcanza una altura de 30 a 40 centímetros, sus hojas son alternas, aterciopeladas, paripinadas, compuestas de 4 hojuelas ovales, enteras y obtusas, con pecíolo largo, pubescente.
Las flores son pequeñas, amarillas, reunidas en grupo de 2 en la axila de las hojas y sostenidas por un pedúnculo largo pubescente. Después de la fecundación caen el cáliz, la corola y los estambres, y el pedúnculo que sostiene las flores se prolonga hasta alcanzar una longitud de 5 a 15 centímetros, y con los frutos y los extremos, se dobla y se introduce – en forma natural – en la tierra. Así, de esta manera, madura el fruto, que es una vaina que toma la forma de acuerdo a las semillas que contiene; cada vaina varía entre 2 a 5 semillas. Las vainas son de color amarillo grisáceo; se rompe fácilmente con los dedos. Las semillas tiene forma ovalada y son de color borravino. Y como dijimos antes, son muy ricas en sustancias oleaginosas y muy sabrosas para consumirlas tostadas.
Este es otro vegetal que enriquece nuestro suelo argentino, al que muchos agricultores lo protegen y enriquecen sembrando, entre los surcos de maní, algún cereal forrajero.
La Argentina, como productor de aceite, ha determinado el desarrollo de una importante industria, que cuenta con fábricas en diversas localidades, entre ellas Rosario, Puerto General San Martín, en nuestra provincia, y en General Debeza en Córdoba, para las cuales se hacen compras diarias de significativa magnitud en los mercados de oleaginosas.



René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director EcoNews
rene@eco-news.com.ar

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