lunes, 23 de julio de 2007

Iguana

Existe una gran variedad de estos saurios, en especies, formas y tamaños. Por lo menos, en la gran mayoría que pertenece al nuevo mundo, no supera el metro en su longitud. Son animales arborícolas por excelencia, , si bien su vida puede transcurrir en las grandes selvas, hay especies ( de las 700 catalogadas) que habitan en lugares secos y aún rocosos, aunque algunas variedades abundan en la pampa tanto húmeda como semihúmeda, como también en zonas marginales y montañosas.


La iguana overa ( propia de nuestro litoral y lamentablemente codiciada por la belleza de su cuero) es también conocida como “ teyú guazú” en lengua aborigen; su golosidad – la miel es una de ellas- la hace presa fácil, y este dulce la lleva a la muerte. Hoy todavía hay cazadores que trazan un camino con la miel que la iguana sigue distraídamente y así facilita el trabajo del trampero. Esta variedad, propia de los bosques paranaenses, también come toda clase de roedores. S única defensa es su larga cola con la cual asusta, azota y en ciertos casos ( cuando la toman de ella), presenta el ardid de desprenderse de gran parte de la misma en defensa de su libertad. La cola le vuelve a crecer, aunque de menor tamaño.
En ciertas lugares del caribe, Cuba es uno de ellos, los indígenas la tenían como plato favorito. Pero también en tiempos de colonia, en nuestro país, ya era aderezada y comida. Si bien los españoles la creían ponzoñosa, cambiaron de parecer al ver que para los indios era un buen alimento. Agustín Zapata Golián, nuestro colaborador, en un interesante trabajo cuenta que fue Fray Bartolomé de las Casas el que le dio el nombre de iguana, el mismo por el cual la llamaban los indígenas.
Entre la vieja historia también está la leyenda y la iguana fue transformada en monstruo – el dragón- por la superchería primitiva, monstruos que iban a la vanguardia de los ejércitos persas y que empavorecían a sus enemigos. La imaginación del hombre antiguo era grande; solo el mundo nuevo y su nueva y palpitante realidad hacía que cayeran las leyendas. Esta es un caso en el que su representación fue inimaginable y se crearán otras, pero ya sin duda dejando atrás aquella cándida inocencia de ciertos conquistadores. Poco ha quedado de aquellos dragones infernales: una calle de Sevilla que lleva su nombre, y en nuestro país, un árbol de las islas llamado por los españoles “ Sandre de Drago” ó “ Sangre de Dragón”.
Parecería ser que para la iguana algo ha cambiado: ya no es “ fea i espantosa” al decir del cronista de indias Oviedo y Valdéz, sino en algunos casos apetitosa y en otros ( pasado su cuero por las curtiembres) un artículo de lujo, quizás innecesario.


René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director EcoNews
rene@eco-news.com.ar

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