lunes, 23 de julio de 2007

Ceibo || Flor nacional argentina

Por decreto (N° 138.9674/42) del 23 de diciembre de 1942, el Poder Ejecutivo Nacional instituyó, por consejo de la comisión encargada al efecto, alegando razones históricas, geográficas y sociales que el ceibo sea nuestra flor nacional.


Sin hacer cuestión de orgullo lugareño, todos los argentinos lo aceptan y lo proclaman como símbolo del país; un homenaje, un título que le queda muy bien, pues el ceibo fue y es mudo testigo del nacimiento de la patria y con ella de sus vicisitudes en el penoso camino de su desarrollo pleno de esperanzas, de color y triunfos.
El indio y el gaucho lo usaron para alivio de enfermedades y tristezas; los soldados de la independencia lo prendieron en su uniforme como símbolo de la libertad deseada; las mujeres lo hicieron confidentes de su amor, o adornaron su belleza con guirnaldas; el cantor, el poeta encontraron inspiración en su mansa belleza; por eso y por mucho más, el título de “flor nacional” es indiscutible.
Es infaltable a lo largo de ríos, arroyos, lagunas, pajonales y bajos inundables; crece espontáneamente en la Mesopotamia, norte de Buenos Aires.
Como prolifera en los lugares pantanosos, por ejemplo, en el Delta ayuda –además de dar una de las notas más pintorescas del paisaje natural- a fijar y consolidar las islas.
El ceibo rara vez presenta un porte armonioso, normalmente muestra un tronco tortuoso y bajo y su copa irregular.
En los meses de verano se cubre de una floración roja que da un espectáculo de belleza incomparable. Apenas alcanza los 10 metros de altura y su tronco unos 50 centímetros de diámetro. Sus ramas en las bases son gruesas, adelgazándose hacia las puntas, a modo de un cono muy alargado.
Comúnmente comienzan a florecer después del tercer año las flores, que si bien no son perfumadas, son muy bonitas de un color rojo vivo; son hermafroditas, su corola es amariposada, carnosa, aterciopelada, con cinco pétalos agrupados de dos o tres; formando racimos terminales.
El cáliz es rojo, acampanulado y persistente, acompañando al fruto.
Sus hojas son compuestas y presentan un peciolo alargado; son de color verde lustroso, más oscuro en la parte superior; las hojas caen en otoño para volver a formarse en primavera antes de la floración.
Los frutos son vainas leñosas y muy alargadas, arqueadas, afiladas en sus extremos y comprimidas entre semilla y semilla.
Por ser livianas al caer flotan y son transportadas por las aguas, asegurando la diseminación de la planta.
Su madera es blanda y liviana, blanco-amarillenta. Se aplica a la fabricación de aparatos ortopédicos, armazones de montura, marcos de colmena, ruedas de carritos, planeadores de juguetes, pequeñas balsas, esculturas, etc.
De los pétalos se extraen materias tintóreas usadas para colorear lanas y algodón.
El ceibo es fuente inagotable de inspiración, junto a su belleza natural, y al valor sentimental fuertemente enraizado en nuestra historia y en la añoranza; mudo testigo de las luchas, de las históricas luchas por las conquistas de nuestros derechos. Por eso, el ceibo, más que nuestra flor nacional, es la flor de la libertad.


René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director EcoNews
rene@eco-news.com.ar

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