lunes, 23 de julio de 2007

Algodón

Cuando observamos las plantaciones de algodón podemos evocar aún los sufrimientos de los esclavos negros, sobre todo en el país del norte... Hoy la cosecha es un trabajo, un trabajo como cualquier otro, que se hace sin violaciones.
En pasajes de la Biblia hay alusiones al algodón. Heródoto, famoso historiador griego (siglo V antes de Cristo), habla de una planta de la India que produce una lana mejor que la de la oveja. Plinio el Antiguo nos dice que el algodonero se cultivaba en Arabia y en Alto Egipto, y que con sus fibras se confeccionaba las vestiduras de los sacerdotes.
Los Árabes, que aprendieron de los persas a usar el algodón, llevaron esos conocimientos a zonas de Italia y España, sobre el cultivo y la utilización de sus fibras. Cuando los españoles descubrieron América, grande fue su sorpresa al encontrar plantaciones de algodón.
Ingleses y franceses, en el siglo XVII, llevaron al país del norte todos los conocimientos y comenzaron las grandes plantaciones, donde los terratenientes utilizaban mano de obra – o sea que instalaron el Sistema de la esclavitud - , pues era la manera más barata para el cultivo. Y así se sucedieron los sufrimientos y ultrajes de los esclavos, obligados a trabajar para otros una tierra ajena. Hasta que este inhumano concepto esclavitista terminó, cuando, al terminar la guerra de Secesión, Abraham Lincoln abolió la esclavitud, y así los negros pudieron tener sus propias plantaciones y terminar con sus sufrimientos.
Una leyenda sobre el algodón dice que hace muchos años los indios en la zona del gran Chaco vivían felices. Las estaciones, los cambios de clima y los fenómenos atmosféricos no existían. Entonces, Nohuel Cauen (el genio del mal), al ver que todos los tributos de los indios eran para Nokta Noón (el bien), decidió vengarse; y así creó el invierno: “Moriréis todos de frío y se os helará la sangre de las venas”, sentenció. A partir de entonces, el sol desapareció y del cielo chaqueño y un perpetuo techo nublado cubrió la tierra de los tobas. Aparecieron vientos helados, la naturaleza fue pereciendo... Los indios, desterrados, imploraron al genio del bien. Enviaron 4 embajadores para rogar al Bien; los elegidos fueron: el palo borracho, la planta del patito, el picaflor y la viudita. El Bien, compadecido, los convirtió a los 4 en una flor “gualok”, que es la flor del algodón, y les dijo que “en su color estaría la planta del patito, en su capullo el palo borracho, en su bondad el picaflor y en su blancura la viudita”. Así, al regresar la flor, el cielo se despojó, la tierra se fue cubriendo de algodones y nuevas semillas... y más algodones, hasta que quedó todo cubierto de blanco. Y el sol, otra vez radiante, deslumbró reverendo sobre los blancos copos de “gualok”.
El algodonero era conocido por los aborígenes de nuestro país; los guaraníes lo llamaban “mandiyú”, los diaguitas “utcú”, y según Pablo Groussac, la voz, Tucumán significaría “país del algodón”.
Los indígenas usaban para hilar el algodón el huso, palito cónico que pendía de la hebra que se quería hilar, haciéndolo girar entre los dedos. Teñían las madejas de distintos colores. Las sustancias tintóreas las extraían de hojas, frutos y raíces de diversas plantas. Al hilo lo tejían en telares muy rústicos.
En la época hispánica, las plantaciones de algodón se extendieron por las provincias del norte. Más tarde, cuando nuestro país se independizó, el cultivo del algodonero desapareció casi por completo, debido a la importación de telas; para luego volver a surgir durante la presidencia de Bartolomé Mitre (1862) que promovió el cultivo distribuyendo semillas entre los agricultores.
El desmote era entonces realmente una operación lenta y engorrosa; para esta tarea se usaba una desemilladora a tornillo, que era una especie de tornillo cónico de madera que se hacía penetrar en un agujero donde se ponía la punta de la fibra, la que, al hacer girar el tornillo, se separaba de la semilla. A fin del siglo pasado llegaron las primeras desmotadoras mecánicas, y a principios del siglo actual se instalaron los primeros telares mecánicos, y con estos nació la pujante industria textil argentina.
En los primeros tiempos, en la época hispana, se destacó la gran labor de los jesuitas, que introdujeron los métodos europeos para elaborar el algodón. En sus misiones funcionaban escuelas-taller, donde enseñaban a trabajar las fibras: las máquinas y herramientas que usaban eran rudimentarias, generalmente fabricadas por ellos mismos.


René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director Eco- News
rene@eco-news.com.ar

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