lunes, 23 de julio de 2007

La Abeja || Las abejas y su mundo

En la primavera frecuentemente podemos observar el espectáculo que ofrecen, junto a otros insectos, las abejas que revolotean entre las flores. ¿Qué buscan? Acuden atraídas por el perfume y el colorido para saborear el néctar del fondo de las corolas, jugo dulce que constituye su alimento exclusivo. Al observar de cerca de las abejas, veremos que, después de posarse sobre una flor, salen con las patitas y el cuerpo cargado de polen, que junto al néctar de las flores, utilizan para elaborar la miel. Entre los invertebrados que pertenecen al grupo de los artrópodos están los insectos, y éstos divididos en perjudiciales y útiles.
Una colmena consta de entre 10.000 a 100.000 insectos, entre los que se distinguen los zánganos; éstos son de grandes ojos y cuerpo bien desarrollado (en cada colmena se encuentran varios centenares), pero sólo una cumplirá con su función, que es fecundar a la reina; los otros seguirán viviendo en la colonia hasta que la escasez de alimento comprometa al bienestar de la comunidad. Entonces las obreras los matan. Además componen la colonia las hembras, de las cuales solamente una, la reina, es fecundada. Ésta, una vez fecundada, pasa el resto de su vida dentro del panal cumpliendo una única función, que es la de poner huevos (unos tres mil por día). La reina es incapaz de alimentarse por sí sola, las obreras le ponen jalea real – único alimento – dentro de la boca. La reina vive de 3 a 5 años; cuando muere, las obreras cesan todo trabajo o simplemente la olvidan. Y así, si no se les da una nueva reina se dejan morir o buscan otra colmena.
Otra componente de la colonia es la abeja obrera; ella recoge el polen y el néctar, segrega cera, construye panales, alimenta a las larvas y a la reina, vigila la entrada de la colmena y la mantiene limpia y ordenada. Las abejas obreras trabajan en equipo y tienen una organización extraordinaria. Cuando van a tomar una nueva colmena, las exploradoras eligen el lugar; puede ser una rama – donde se suspenden en forma de racimo – o alguna cavidad que rápidamente limpian y cepillan para comenzar a construir los panales. La abeja obrera nace provista de sus instrumentos de trabajo. Utiliza mandíbula y lengua, según el trabajo que debe realizar, a modo de sierra, gancho, tenaza o espátula; en la cara externa de las paras traseras tiene una cavidad llamada canastilla o cesta, que le sirve para transportar el polen; en el tarso presenta una especie de cepillo, que usa para la limpieza. En la extremidad del abdomen posee un aguijón recto, arma de defensa contra sus potenciales enemigos.
La abeja tiene 5 ojos, 3 son simples, colocados en la frente; y 2 laterales, compuestos cada uno por 3500 facetas. Realmente es difícil imaginar cómo se presenta un jardín cubierto de flores para los ojos de una abeja. También es imposible de imaginar la impresión que origina en las abejas el perfume de las flores, dado que la antena de una abeja posee 5000 cavidades minúsculas con las que puede descubrir la presencia de un tenue perfume de flor a casi un kilómetro de distancia; además de estos extraordinarios órganos sensoriales, posee una perfecto facultad de orientación.
¿Cómo es la colmena? Imaginemos que la cavidad de un tronco de un árbol es una diminuta ciudad: la luz penetra por una sola abertura que es la entrada; las calles son angostas (3 milímetros) y bordean las celdillas de cera de forma hexagonal, abiertas en un costado, dispuestas de tal manera que las abejas pasan de una calle a otra y trabajan sin molestarse entre sí. Las celdillas no son todas iguales, algunas son para el pueblo (las obreras), otras para los zánganos, otras para las princesas, de las cuales se elegirá a la reina; existen otras celdillas que son destinadas al almacenaje de huevos, y otras que sirven para guardar provisiones y conservar la miel.
¿Cómo funciona esta pequeña y maravillosa ciudad? En el interior de la colmena, podemos decir que hay aire “acondicionado”, pues en la entrada las abejas encargadas de la ventilación hacen vibrar las alas con tanta rapidez que llegan a parecer invisibles. La temperatura en el interior se mantiene siempre a unos 25 grados. El servicio de limpieza es óptimo; en las calles no queda ningún desperdicio, ya que las encargadas de esta tarea constantemente cepillan el lugar. Cualquier intruso es muerto sin piedad, y si este es muy pesado para expulsarlo lo recubren con cera para que no afecte su descomposición.
El transporte dentro de la colmena es perfecto; las obreras distribuyen las provisiones para las necesidades inmediatas y futuras de polen, de resina (con la cual hacen la cera) y de miel.
En la sociedad de las abejas, las obreras son las más numerosas dedicándose a las tareas complejas; los zánganos son los holgazanes y la reina, que paga su soberbia con un largo y penoso cautiverio, pues al final de su nupcia comienza a poner huevos; de éstos nacen las larvas que son alimentadas por las obreras desde que salen del huevo hasta su madurez, entonces las encierran, cada una en su celda, y las tapan con una lámina de cera. Las larvas se tejen un capullo de seda y dentro de él se transforman en ninfas; al cabo de cierto tiempo, la ninfa llega a adulta, rompe el capullo y roe la tapa de cera para salir.
Observando y estudiando una colmena podemos decir que quizás no haya, entre las formas gregarias de vida animal, ninguna sociedad más perfecta que la de las abejas.



René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director EcoNews
rene@eco-news.com.ar

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