lunes, 23 de julio de 2007

Liebre

En nuestra habla popular las chanzas referidas a las liebres son tan innumerables, en algunos casos acertadas y en otros intencionadas y sarcásticas, que citarlas daría para una nota en esta columna de los sábados. Pero esta no es nuestra intención de hoy sino la de referirnos a este simpatiquísimo animalito cuya fama de depredador ha hecho que el hombre se pusiera en empresas para exterminarlo, no siempre ortodoxas, y donde el estómago humano es parte interesada y sugestiva.

Originaria de Europa la especie ha llegado a extenderse por todo el globo excluyendo las regiones meridionales de América del Sur, Madagascar, el archipiélago malayo centrooriental y Australia.
La familia pertenece a la orden de los Lagomorfos. Hasta hace muy poco tiempo se encontraba la liebre europea, más otras variedades de su especie y conejos agrupados entre le grupo de los roedores.
Eran muchas las características que los unía, características que particularmente pasaban por sus exuberantes cualidades en cuanto a la masticación y el continuo crecimiento de sus dientes –los incisivos generalmente-, pelajes y alimentación. Pero investigaciones sistemáticas determinaron que estos animalitos debían agruparse en un orden propio llamado Lagomorfos. Quizás un detalle muy particular que diferencia a la liebre de los roedores hizo que este cambio se produjera: a diferencia de los roedores que tienen un solo incisivo los Lagomorfos tienen dos pares. Por esta misma razón hay quienes los suelen denominar injustificadamente deplicidentados. Ahora se presenta otro pequeño cambio: al determinarse que pertenecen a un orden es necesaria la determinación de una familia, y vale destacar que la familia de las liebres y los conejos es la de los Lepóridos; del latín Lepus (leporino por su labio superior bifurcado).
Este antiguamente llamado roedor no pesa más de tres kilos y medio; cola 85 milímetros, oreja 113, miembro anterior 85, miembro posterior 143 y su largo total asciende a los sesenta centímetros y medio. Las variaciones que pueden presentarse en las medidas dependen de especialmente de la zona, ya que produce los alimentos que determinan el crecimiento. Debe destacarse que las diferencias nunca superan los mínimos establecidos para la raza.
El color ocre es el denominante del pelaje de la liebre Europea, con alguna zona jaspeada de negro, pero el vientre y la parte inferior de la cola son de color blanco al igual que el borde de sus llamativas y grandes orejas.
Se desconoce la época en que la liebre puede haber sido introducida en las Américas y en otras regiones, pero es importante tomar en cuenta que fue a posteriori del descubrimiento de nuestro extenso y rico territorio.
En nuestro país recibe por intermedio de los indígenas lo que podríamos llamar los primeros nombres autóctonos: los mocovíes le decían “gualailé” y “quelayec”, posteriormente los habitantes se referían a ella como liebre o liebre común. Los norteamericanos la llamaron “european hare”.
Según los faunólogos cuando este animalito es introducido a una tierra nueva tiene una característica que lo identifica, es la tremenda facilidad de su procreación en la nueva zona. Esto posiblemente obedece al instinto de conservación de la especie puesto que en los lugares en que ya es habitual su hábitat no prolifera de la forma acelerada que lo hace en circunstancias en que la liebre desconoce el terreno.
Gorgoglione sostiene que la superpoblación deviene por la inseguridad de la especie y seguramente es lo más claro y acertado.
Nos detenemos a pensar que si la liebre no tuviera sus miembros traseros tan largos y los delanteros cortos, lo que le permite no sólo saltar y movilizarse con rapidez y practicando el desconcertante (para los que suelen perseguirla) zigzag, qué pronto sería un juguete para los armoniosos y adiestrados galgos. Para el hombre la liebre es una plaga ya que en las plantaciones o huertas hace estragos, pero no por eso se la combate; hay estofados, guisos, escabeches y saltada con ajíes y tomates donde este simpático animalito se convierte en un plato apetecible. Cabe agregar, también, que hay una industria –la de las pieles- que cotiza las prendas hechas de liebres como las de otros congéneres con pelajes más conocidos y quizás más de moda que durables y útiles.


René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director EcoNews
rene@eco-news.com.ar

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