lunes, 23 de julio de 2007

Tapir, Anta ó Mborebí

Las ciencias naturales, desde tiempos remotos, han sido un tema subyugante para el hombre. Difícilmente pueda encontrarse un hombre que no muestre interés por todo lo que trate sobre la vida en la Tierra, lo estudie, lo ame, lo defienda. Esta generalidad, que no se advierte en otras materias básicas, como la física, la química, tiene alguna explicación, pues los conocimientos de las ciencias naturales están ligados consustancialmente con la condición humana.
El hombre, ser inteligente y racional, ha forjado sus sentidos y desarrollo en el intercambio continuo de experiencias con la naturaleza, pues las ciencias naturales son las que están directamente más relacionadas con nuestros sentidos; podríamos decir que son las modeladoras de nuestro pensamiento, ya que conocerlas, amarlas, defenderlas, supone una ventaja selectiva fundamental, que le ha dado al hombre el dominio sobre la Tierra.
Entre las ciencias naturales, la biología es un amplio campo, y conocerlo, profundizarlo, interesa y atrapa irresistiblemente a cualquier ser humano; por eso, si bien en forma superficial, hablaremos de un animal interesante, llamativo, como es el tapir, anta o mborebí.
La distribución geográfica del tapir (Tapirus terrestris) abarca las selvas y las llanuras de América del Sur. Prefiere zonas de vegetación densa, húmedas y pantanosas; aunque también puede encontrárselos en el interior de montes secos. En el territorio argentina, el tapir habita regiones selváticas, de montes y pantanos, de las provincias del norte. Son dos especies: en Misiones vive el Tapirus terrestris; en el Chaco, Formosa, Salta, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero, encontramos el Tapirus terrestris spegazzini.
Las características físicas del tapir son: cuerpo voluminoso y pesado, casi tan alto como un asno; la cabeza es grande, y su forma es proporcionalmente triangular y con una cresta ósea sagital en la parte superior; está provisto de una trompa muy característica que sólo cumple la función de una nariz prolongada y móvil. El cuello es corto y según las distintas especies presenta más o menos repliegues, que también varían en más o menos pronunciados. Una de las características especiales es que las extremidades delanteras están provistas de cuatro dedos y las traseras de sólo tres. El pelaje es corto, y de una coloración en los adultos parduzco grisácea; un detalle interesante que presenta en la nuca, es una franja de crines muy tupida; las orejas están bordeadas por pelos blancuzcos.
El tapir actúa preferencialmente de noche; generalmente anda solo, es muy difícil encontrarlo en manada, salvo en algún pantano, adonde acude en forma individual. Si bien el tapir gusta mucho del agua, no es anfibio.
Su alimento se constituye de vegetales, ingiere gran cantidad de raíces, hojas, tallos jóvenes y frutos. Una característica especial es su preferencia por la sal, y realiza grandes recorridos en busca de terrenos salitrosos.
Por la noche es fácil adivinar su presencia, pues su recio pisar sobre las hojas secas del denso bosque hace fácil detectarlo. Ante la presencia del hombre, el tapir no demuestra demasiada prisa en huir, y de esta manera es fácil presa de los cazadores. Si el tapir es perseguido, sobre todo por perros, su huida hacia el interior del bosque es rápida, abriéndose paso violentamente a través de la vegetación.
Generalmente la época de celo se produce antes de la estación de las lluvias. Las parejas se atraen con silbidos especiales. Macho y hembra están juntos por pocos días para luego separarse. La hembra tiene un período de gestación de unos cuatro meses; al cabo de este tiempo nace una sola cría. Cuando nace el crío el pelaje presenta un rayado con manchas blancas, la librea: este color lo conserva aproximadamente por seis meses.
El anta, tapir o mborebí es otra de las especies autóctonas que se encuentran en retroceso numérico permanente.


René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director EcoNews
rene@eco-news.com.ar

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