Mostrando entradas con la etiqueta Botánica || C. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Botánica || C. Mostrar todas las entradas

lunes, 23 de julio de 2007

Chancharana

El mapa forestal de nuestro país muestra varias zonas boscosas, que coinciden con las regiones de mayor precipitación pluvial, principal factor de su desarrollo.


Dichas zonas comprenden selvas (misionera, serrana, tucumana, jujeña, formoseña y austral andina); bosques (chaqueño y serrano central) y montes (pampa seca, mesopotámico y ribereño-bonaerense).
La selva misionera es densa e impenetrable, cubre Misiones y continúa hacia el norte de Corrientes; esta selva está poblada por especies de árboles de gran altura y crecen entre ellos gran cantidad de enredaderas parásitas, tacuaras, helechos y orquídeas.
Generalmente se penetra en ellas abriendo brecha a fuerza de hacha y machete.
La selva tucumano-jujeña cubre las laderas, quebradas y valles angostos de las sierras subandinas, formando un estrecho corredor de norte a sur. Se extiende por las provincias de Salta, Jujuy y Tucumán.
La selva formoseña comprende Formosa y noroeste de Salta, y en ella se mezclan las características de selvas vecinas: al este la misionera, al oeste la tucumano-jujeña y al sur la chaqueña. En los árboles altos se enroscan tupidas enredaderas.
La selva austral andina comprende los valles y quebradas de los Andes del sur, desde Neuquén hasta Tierra del Fuego.
Es selva espesa, cubierta de árboles majestuosos, donde abundan las plantas trepadoras parásitas y los matorrales de cañas.
Varios factores hacen al desarrollo de la selva: la lluvia excesiva de Misiones, abundante en Formosa y sierras subandinas; el suelo cubierto de humus, que le da fertilidad; y el clima cálido de la región, que contribuye al aumento del follaje.
El bosque chaqueño tiene características propias que lo distingue en el paisaje vegetal argentino: sus árboles son menos desarrollados y más ralos (claros por donde circula el aire y la luz) que los de la selva.
Se extiende desde las últimas estribaciones de las sierras subandinas, al oeste hasta los ríos Paraná y Paraguay, al norte hasta el Bermejo y al sur hasta los ríos Salado y Dulce. Un típico y valioso exponente es el quebracho colorado.
La formación del bosque serrano central cubre las laderas orientales y las quebradas de las sierras Guaseyán, Santiago del Estero, sierras de Córdoba y San Luis.
Los montes de la pampa seca están determinados por las escasas lluvias; encierran arbustos y matorrales bajos, predominando los árboles leñosos con espinas y follaje ralo, mezclado con cetáceas y cardones.
Los mesopotámicos se extienden desde el sur de la provincia de Misiones hasta el delta del Paraná.
El ribereño-bonaerense cubre las costas del Plata y Paraná.
En la selva misionera encontramos un árbol de madera muy hermosa, que es el chancharana (Cabralea oblongifolia), que recibe varios nombres como: “cedro macho”, “cedro-rá”, “acaraya”.
Es un árbol grande, alcanza unos 30 metros de altura por uno de diámetro; su copa es parecida a la del cedro misionero. Del chancharana se obtienen fustes de 8 a 10 metros de largo, rectos y cilíndricos, debido a que es un árbol que busca la luz en los estratos superiores del bosque.
La madera del chancharana es muy hermosa, por su veteado pronunciado y brillo suave.
La albura es rosa-amarillenta, diferenciándose netamente del duramen, que es de color castaño oscuro con tendencia al rojizo.
Es madera semidura y bastante pesada; después de aserrada es poco exigente para el secado.
De fácil trabajabilidad, permite obtener buena terminación, con superficies lisas y brillantes.
Por las características citadas, las del chancharana es una madera muy buscada para carpintería en general y también en la industria del mueble, pues posee características similares al cedro misionero.


René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director EcoNews
rene@eco-news.com.ar

Chancharana

El mapa forestal de nuestro país muestra varias zonas boscosas, que coinciden con las regiones de mayor precipitación pluvial, principal factor de su desarrollo.


Dichas zonas comprenden selvas (misionera, serrana, tucumana, jujeña, formoseña y austral andina); bosques (chaqueño y serrano central) y montes (pampa seca, mesopotámico y ribereño-bonaerense).
La selva misionera es densa e impenetrable, cubre Misiones y continúa hacia el norte de Corrientes; esta selva está poblada por especies de árboles de gran altura y crecen entre ellos gran cantidad de enredaderas parásitas, tacuaras, helechos y orquídeas.
Generalmente se penetra en ellas abriendo brecha a fuerza de hacha y machete.
La selva tucumano-jujeña cubre las laderas, quebradas y valles angostos de las sierras subandinas, formando un estrecho corredor de norte a sur. Se extiende por las provincias de Salta, Jujuy y Tucumán.
La selva formoseña comprende Formosa y noroeste de Salta, y en ella se mezclan las características de selvas vecinas: al este la misionera, al oeste la tucumano-jujeña y al sur la chaqueña. En los árboles altos se enroscan tupidas enredaderas.
La selva austral andina comprende los valles y quebradas de los Andes del sur, desde Neuquén hasta Tierra del Fuego.
Es selva espesa, cubierta de árboles majestuosos, donde abundan las plantas trepadoras parásitas y los matorrales de cañas.
Varios factores hacen al desarrollo de la selva: la lluvia excesiva de Misiones, abundante en Formosa y sierras subandinas; el suelo cubierto de humus, que le da fertilidad; y el clima cálido de la región, que contribuye al aumento del follaje.
El bosque chaqueño tiene características propias que lo distingue en el paisaje vegetal argentino: sus árboles son menos desarrollados y más ralos (claros por donde circula el aire y la luz) que los de la selva.
Se extiende desde las últimas estribaciones de las sierras subandinas, al oeste hasta los ríos Paraná y Paraguay, al norte hasta el Bermejo y al sur hasta los ríos Salado y Dulce. Un típico y valioso exponente es el quebracho colorado.
La formación del bosque serrano central cubre las laderas orientales y las quebradas de las sierras Guaseyán, Santiago del Estero, sierras de Córdoba y San Luis.
Los montes de la pampa seca están determinados por las escasas lluvias; encierran arbustos y matorrales bajos, predominando los árboles leñosos con espinas y follaje ralo, mezclado con cetáceas y cardones.
Los mesopotámicos se extienden desde el sur de la provincia de Misiones hasta el delta del Paraná.
El ribereño-bonaerense cubre las costas del Plata y Paraná.
En la selva misionera encontramos un árbol de madera muy hermosa, que es el chancharana (Cabralea oblongifolia), que recibe varios nombres como: “cedro macho”, “cedro-rá”, “acaraya”.
Es un árbol grande, alcanza unos 30 metros de altura por uno de diámetro; su copa es parecida a la del cedro misionero. Del chancharana se obtienen fustes de 8 a 10 metros de largo, rectos y cilíndricos, debido a que es un árbol que busca la luz en los estratos superiores del bosque.
La madera del chancharana es muy hermosa, por su veteado pronunciado y brillo suave.
La albura es rosa-amarillenta, diferenciándose netamente del duramen, que es de color castaño oscuro con tendencia al rojizo.
Es madera semidura y bastante pesada; después de aserrada es poco exigente para el secado.
De fácil trabajabilidad, permite obtener buena terminación, con superficies lisas y brillantes.
Por las características citadas, las del chancharana es una madera muy buscada para carpintería en general y también en la industria del mueble, pues posee características similares al cedro misionero.


René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director EcoNews
rene@eco-news.com.ar

Curupay

El mapa forestal de nuestro país muestra zonas boscosas, que coinciden con las regiones de mayor precipitación pluvial, principal factor de su desarrollo. Dichas zonas comprenden: selvas (misionera, serrana, tucumana-jujeña, formoseña y austral andina); bosques (chaqueño y serrano central) y montes. (pampa seca, mesopotámico y ribereño-bonaerense)
La selva misionera es densa e impenetrable, cubre Misiones y continua hacia el norte de Corrientes, esta selva está poblada por especies de árboles de gran altura y crecen entre ellos gran cantidad de enredaderas parásitas, helechos, tacuaras y orquídeas. Generalmente se penetra en ella abriendo brechas a fuerza de hacha y machete.
La selva tucumano-jujeña cubre las laderas, quebradas y valles angostos de las sierras subandinas, formando un estrecho corredor de norte a sur. Se extiende por las provincias de Salta, Tucumán y Jujuy.
La selva formoseña comprende Formosa y noroeste de Salta, y en ella se mezclan características de selvas vecinas: al este, la misionera; al oeste la tucumano-jujeña y al sur la chaqueña. En los árboles altos se enroscan tupidas enredaderas.
La selva austral andina comprende los valles y quebradas de los Andes del sur, desde Neuquen hasta Tierra del Fuego. Es selva espesa, cubierta por árboles majestuosos, donde abundan las plantas trepadoras parásitas y los matorrales de cañas.
Varios factores hacen el desarrollo de la selva: la lluvia excesiva en Misiones, abundante en Formosa y sierras subandinas; el suelo cubierto de humus, que le da fertilidad y el clima cálido de la región que contribuye al aumento del follaje.
El bosque chaqueño tiene características propias que lo distingue en el paisaje vegetal argentino; sus árboles son menos desarrollados y más ralos (claros por donde circula el aire y la luz) que los de la selva. Se extiende desde las últimas estribaciones de las sierras subandinas, al este hasta los ríos Paraná y Paraguay, al norte hasta el Bermejo, y al sur hasta los ríos Salado y Dulce. Un típico y valioso exponente es el quebracho colorado.
La formación del bosque serrano central cubre las laderas orientales y las quebradas de las sierras Gayasán, Santiago del Estero, sierras de Córdoba y San Luis.
Los montes de la pampa seca están determinados por las escasas lluvias; encierran arbustos y matorrales bajos, predominando los árboles leñosos con espinas y follaje ralo, mezclado con cactáceas y cardones.
Los mesopotámicos se extienden desde el sur de la provincia de Misiones hasta el delta del Paraná.
El ribereño-bonaerense cubre las costas del Plata y Paraná.
En el norte encontramos al curupay, en dos áreas separadas por el parque chaqueño (donde falta), pues crece en Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca; también en el noroeste de Formosa, Chaco, Corrientes y Misiones.
Conocido como “cebil colorado” y “cebil moro”, alcanza una altura de unos 25 metros como máximo y entre 60 y 80 centímetros de diámetro.
Es un árbol de fácil multiplicación y rápido crecimiento. Su madera es dura, pesada; la altura es blanco-amarillenta y el duramen castaño-rojizo. Su madera es de múltiples aplicaciones industriales.
Sus hojas son alternas, caedizas, de 5 milímetros de largo por 1 de ancho, de bordes enteros y pubescentes. Los frutos son vainas robustas de color castaño-rojizo de unos 25 centímetros de largo, con bordes marginados y leñosos; entre semilla y semilla tienen una estrangulación. Las vainas cuando maduran se abren espontáneamente diseminando las semillas, que germinan fácilmente.
La madera del curupay es muy usada para puertas y ventanas, en plataformas de carrocerías ferroviarias y en implementos rurales – donde se requiere cierta estabilidad, resistencia a la podredumbre, dureza y tenacidad a los esfuerzos mecánicos – como tranqueras, bretes, bañaderos portátiles, mangas, corrales, etc.
También encuentra excelente aplicación en construcciones navales, siendo una de las mejores maderas para curvas y puntales para canoas isleñas y lanchas. Además es interesante destacar que la corteza del curupay contiene un 15,3 % de tanino. El curupay es otro de los tantos árboles que enriquece nuestro querido suelo argentino.


René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director EcoNews
rene@eco-news.com.ar

Ceibo || Flor nacional argentina

Por decreto (N° 138.9674/42) del 23 de diciembre de 1942, el Poder Ejecutivo Nacional instituyó, por consejo de la comisión encargada al efecto, alegando razones históricas, geográficas y sociales que el ceibo sea nuestra flor nacional.


Sin hacer cuestión de orgullo lugareño, todos los argentinos lo aceptan y lo proclaman como símbolo del país; un homenaje, un título que le queda muy bien, pues el ceibo fue y es mudo testigo del nacimiento de la patria y con ella de sus vicisitudes en el penoso camino de su desarrollo pleno de esperanzas, de color y triunfos.
El indio y el gaucho lo usaron para alivio de enfermedades y tristezas; los soldados de la independencia lo prendieron en su uniforme como símbolo de la libertad deseada; las mujeres lo hicieron confidentes de su amor, o adornaron su belleza con guirnaldas; el cantor, el poeta encontraron inspiración en su mansa belleza; por eso y por mucho más, el título de “flor nacional” es indiscutible.
Es infaltable a lo largo de ríos, arroyos, lagunas, pajonales y bajos inundables; crece espontáneamente en la Mesopotamia, norte de Buenos Aires.
Como prolifera en los lugares pantanosos, por ejemplo, en el Delta ayuda –además de dar una de las notas más pintorescas del paisaje natural- a fijar y consolidar las islas.
El ceibo rara vez presenta un porte armonioso, normalmente muestra un tronco tortuoso y bajo y su copa irregular.
En los meses de verano se cubre de una floración roja que da un espectáculo de belleza incomparable. Apenas alcanza los 10 metros de altura y su tronco unos 50 centímetros de diámetro. Sus ramas en las bases son gruesas, adelgazándose hacia las puntas, a modo de un cono muy alargado.
Comúnmente comienzan a florecer después del tercer año las flores, que si bien no son perfumadas, son muy bonitas de un color rojo vivo; son hermafroditas, su corola es amariposada, carnosa, aterciopelada, con cinco pétalos agrupados de dos o tres; formando racimos terminales.
El cáliz es rojo, acampanulado y persistente, acompañando al fruto.
Sus hojas son compuestas y presentan un peciolo alargado; son de color verde lustroso, más oscuro en la parte superior; las hojas caen en otoño para volver a formarse en primavera antes de la floración.
Los frutos son vainas leñosas y muy alargadas, arqueadas, afiladas en sus extremos y comprimidas entre semilla y semilla.
Por ser livianas al caer flotan y son transportadas por las aguas, asegurando la diseminación de la planta.
Su madera es blanda y liviana, blanco-amarillenta. Se aplica a la fabricación de aparatos ortopédicos, armazones de montura, marcos de colmena, ruedas de carritos, planeadores de juguetes, pequeñas balsas, esculturas, etc.
De los pétalos se extraen materias tintóreas usadas para colorear lanas y algodón.
El ceibo es fuente inagotable de inspiración, junto a su belleza natural, y al valor sentimental fuertemente enraizado en nuestra historia y en la añoranza; mudo testigo de las luchas, de las históricas luchas por las conquistas de nuestros derechos. Por eso, el ceibo, más que nuestra flor nacional, es la flor de la libertad.


René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director EcoNews
rene@eco-news.com.ar

Cedro misionero

De la formación subtropical misionera, una de las principales especies, por sus cualidades industriales, es sin lugar a dudas el “cedro misionero” (cederla tubiflora).
Pertenece a la familia de las meliáceas.

Conocido también como “cedro”, “cedro paraguayo”, “cedro colorado”, “cedro rosado” y en guaraní “ihgarih”.
El cedro misionero es un árbol de copa frondosa, alcanzando una altura aproximada de unos 30 metros, por 1,30 metro de diámetro.
Características
Sus hojas son caducas, compuestas pinadas, de unos 45 centímetros de largo y hasta 18 pares de foliolos, opuestos, pubescentes en su cara inferior, de forma oblorigolanceolada, ápice agudo y base obtusa desigual, sesiles, sobre un caquis de hasta 60 centímetros de largo.
La flores son blancas, pequeñas, de unos 7 milímetros de largo, hermafroditas, formando racimos alternos de unos 30 centímetros de largo total.
Su fruto es una cápsula piriforme (forma de pera), de unos 5 centímetros de largo por 2,5 centímetros de ancho, parecido a un higo leñoso, de color castaño-grisáceo.
Es dehiscente, conteniendo uno 50 a 75 semillas elípticas, con alas membranáceas de color castaño oscuro.
La corteza del cedro misionero es rugosa, con surcos longitudinales profundos, de color castaño-grisáceo.
Su albura es de un color rosado-amarillento.
El duramen es de color castaño-rojizo, presentando en el corte longitudinal un veteado pronunciado, con suave brillo dorado.
La textura es gruesa a mediana y de grano derecho.
Es madera liviana a semipesado (densidad comprendida entre 0,500 a 0,600 kg. dm3), agradablemente olorosa.
Usos
Las óptimas características físico-mecánicas del cedro misionero, hacen que su uso industrial sea cada día mayor.
Madera blanda, que permite fácil toma de clavos, tornillos, como así también de lustres y barnices; se trabaja con facilidad y es de muy buen pulido.
Excelente madera para la construcción de marcos, puertas, ventanas, carrocerías, trabajos de tornería.
La industria naval, para la construcción de cascos, encuentra una excelente madera, protegiéndola con barnices.
En la industria de maderas compensadas encontramos uno de los principales usos del cedro misionero, en mueblería, revestimientos decorativos, instrumentos musicales, etc.
A veces, en los usos al exterior, se observan pequeñas ampollas cuando son recubiertos por barnices o pinturas; se debe a que la madera posee pequeñas proporciones de un aceite esencial, que al exudarse por acción del sol, provoca evaporamiento.
El cedro misionero tiene excelente estabilidad dimensional, sin problemas para el secado y estacionamiento.
Cuando las tablas tienen porciones de albura es necesario pulverizaciones preventivas con insecticidas, debido a la susceptibilidad al ataque de las polillas.
Por eso en trabajos finos o de calidad es aconsejable la eliminación de la albura.


René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director EcoNews
rene@eco-news.com.ar

Cardón

El muy conocido cardón es un árbol demasiado conocido y dadas sus especiales características –su especial hábitat, sus espinas y sus flores- no sólo la toponimia lo tiene registrado sino la historia en gran parte, nuestro folklore en canciones y nombres de conjuntos, y las distintas artes.

Es sin duda un curioso árbol de la familia de las cactáceas con muchas similitudes en la familia y una infinidad de variedades. En nuestro país ha encontrado el clima que le es propio; y el cardón es el habitante de las serranías de mediana altura del noroeste argentino. Allí se los ve por millares, altos y extremadamente erguidos, como diciendo “aquí es difícil habitar a mis congéneres, pero asimismo yo luzco fuerte y lozano”. Ver los cerros habitados por el cardón da el “aspecto de gigantescos alfileteros”, y si bien no hay en esas zonas un tanto áridas para el desarrollo de otras especies, son las plantas epifitas (aquellas que suelen encaramarse en las otras y vivir al resguardo de ellas aprovechándose del sustento de ésta) sus mejores compañeras en estos desolados y hasta peligrosos cerros.
En nuestro norte, el cardón habita desde Salta a San Juan. Su crecimiento es un principio es columnar, pero a medida que se va conformando su desarrollo va adquiriendo su aspecto candilabriforme. No es como suele pensarse pequeño, su altura puede alcanzar hasta los 12 metros, con ramas de hasta varios metros de largo y de 10 a 20 centímetros de diámetro.
Sus flores son vistosas y extrañas e irrumpen del árbol como un brazo que sostiene una flor en la mano. Sus flores son blanquecinas y nocturnas las que luego dan lugar a la formación del fruto que adquiere la forma de un barrilito. Son estos frutos buscados por ser extremadamente dulces y comestibles.
Según algunos especialistas –también registrado en leyendas populares- las espinas del cardón eran usadas por las mujeres de los valles calchaquíes para la tejeduría de medias y esto viendo los ejemplares, no tiene nada de descabellado y demuestra su practicidad. Estas espinas son de color amarillo, rígidas y no superan los 8 centímetros de largo. En muchos de los jardines argentinos esta variedad se ha puesto de moda y hasta con extremo cuidado puede desarrollarse bien ya que la planta presenta una extraordinaria resistencia a los climas. Otra de las modas ha sido ornamental, descortezando el cardón y dejado secar presenta una belleza extraña. En distintas decoraciones se lo usa y en algunos casos, en los huecos que presenta se le han puesto distintos helechos (en realidad también algo epifitas) que encuentran su lugar ideal siempre y cuando la mano del hombre le acerque sus necesidades: agua y fertilizantes.
Flores: Son nocturnas, como ya lo dijimos, pero además, apicales y saliente de los laterales. Entre 15 y 20 centímetros es el tamaño que mayormente alcanzan y son hermafroditas con el periante formado por numerosas piezas que luego van tornándose de sépalos a sépalos.
La familia de las cactáceas, que habitan gran parte del mundo cálido y en zonas tórridas de la Argentina, es todavía casi inclasificable, dada la gran variedad de ellas y las que en la actualidad aún pertenecen a otras familias, pero que recientes estudios han puesto en duda estas clasificaciones antiguas. Se podría decir que en este mundo donde tanto las plantas como los animales tienden a desaparecer, las cactáceas han invertido esta triste premisa. Pero no es para alegrarse en demasía, esto sin duda obedece a una simple confusión, que los profesionales de la flora trataran de enmendar clasificando debidamente a las especies en la familia a que verdaderamente pertenecen.



René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director EcoNews
rene@eco-news.com.ar

Caña de azúcar

El azúcar es una sustancia blanca compuesta de carbono, oxígeno e hidrógeno, y de sabor dulce. Se extrae de zumos vegetales. Existe disuelta en muchísimos vegetales como la remolacha, patatas, zanahoria, maíz, trigo, frutos de todas las clases, pero esencialmente en la caña de azúcar. En ésta suministra casi todo el azúcar que se elabora en los países cálidos, como la remolacha en las zonas templadas. En nuestro país se cultiva la caña y se elabora el azúcar en Jujuy, Salta, Chaco, Corrientes, norte de Santa Fe y especialmente en Tucumán. El iniciador de la industria azucarera fue el obispo Colombres, quien construyó el primer trapiche en la Argentina para la elaboración del azúcar, y la instaló precisamente en Tucumán.
La caña de azúcar se reproduce por cepas (el tronco cortado en pequeños trozos, cada uno de éstos con un nudo, de donde nacerá el brote). La plantación de las cepas se realiza 2 veces al año; así la primera cosecha se obtiene en mayo del año siguiente.
Fiesta de la zafra: Se conoce con el nombre de zafra al tiempo que dura la cosecha de la caña de azúcar, o dulce, y la fabricación del azúcar.
En la histórica ciudad de Tucumán se realiza la fiesta de la zafra. La misma se inicia colocando una lámpara votiva en la vieja casona que fue del obispo Colombres; la lámpara es encendida por un obrero con la llama traída del horno de un ingenio cercano. Al día siguiente se celebra una misa de campaña y se bendicen los frutos de la cosecha; después comienza un típico desfile de carretas antiguas, seguidas por automotores que se emplean en la actualidad para el transporte de la caña desde los cultivos o cañaverales hasta los ingenios. La alegría desborda por las calles y plazas; por la tarde se elige la “reina de la zafra”; ésta debe salir de una familia de trabajadores de la caña. La fiesta termina con bailes, danzas y cantos folklóricos.
Fabricación: El azúcar que se obtiene de la elaboración de la caña de azúcar o dulce se logra por extracción del jugo de la misma, a diferencia de la remolacha que es por difusión. La elaboración comienza por la fragmentación de la caña. El jugo extraído es depurado, concentrado y preparado de la masa cocida, elaboración de la masa y cristalización del azúcar; terminando con el refinamiento por recristalización. Si bien parece sencillo, cada paso tiene su complejidad. Por ejemplo: la extracción del jugo se efectúa por molinillos de cilindros horizontales en número de 22 de éstos... bueno, esto es así, cada paso es complejo...
Pero al final se obtiene ese producto altísimamente nutritivo que es el azúcar, dinamógeno por excelencia. La misma energía se consigue con el mismo en pequeñas o medianas dosis. Por ejemplo, la ingestión de azúcar produce un notable rendimiento en la fuerza muscular, recomendada a quienes especialmente practican deportes, o a cualquiera que desarrolla esfuerzos musculares; puede ser directamente azúcar mezclado con otras sustancias como chocolates o cereales, etcétera.
Los enemigos de las plantas de la caña de azúcar, además de los que son comunes a toda la agricultura, como la isoca y la langosta, causantes de grandes pérdidas, son las enfermedades propias de la caña, que disminuyen considerablemente la producción, como el “mosaico” y el “carbón”.
Derivados: Además de extraer el azúcar de la caña, ésta produce la melaza, que es un líquido que queda después de obtener la cristalización del azúcar. Esta es una jarabe denso y viscoso de color entre amarillo y pardo, que sirve para la fabricación de ron y alcohol. También se utiliza para endulzar, así como para racionar ganado.
Tucumán provee las ¾ partes de la producción nacional de azúcar. La provincia de Santa Fe tiene su principal ingenio – o que fue el “Arno” – en el norte, en la ciudad de Villa Ocampo, además del no menos importante de Tacuarendi.
Una nueva perspectiva se abre, en la actualidad, para el cultivo de la caña de azúcar, con el proyecto de elaborar en nuestra provincia alconafta (en Tucumán ya se fabrica), como sustituto de los hidrocarburos y el consiguiente ahorro estratégico del petróleo. Hace ya algún tiempo, se elabora papel con el residuo final de la zafra – el bagazo – y, especialmente, papel prensa.




René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director EcoNews
rene@eco-news.com.ar

Cafeto || El cafeto y su grano: el café

“¿Tomamos un café...?” Invitación hecha costumbre. Un encuentro entre amigos, una cita... o simplemente para hacer tiempo. Cierto, el café es una de las bebidas más populares y comunes que se consume.
El café (del turco “qahwé”, a su vez del árabe “qahwa”) es la semilla del cafeto. Tiene aproximadamente un centímetro de largo, y es de color amarillo verdoso; de un lado su centro es más prominente que los bordes y por el otro es plana, con un surco longitudinal en una de sus caras. El café es, en realidad, la bebida que se obtiene del grano tostado y molido.
El cafeto es un árbol que pertenece a la familia de las rubiáceas. Originario de África Oriental (Etiopía, Uganda, Kenia, etc.) En su lugar de origen llega a una altura de 8 a 10 metros, pero en su estado de cultivo solo mide de 2 a 4 metros. Sus hojas son opuestas, lanceoladas, persistentes, de un hermoso color verde. Las flores son axilares, blancas y olorosas, parecidas a las del jazmín; de éstas salen los frutos, que se asemejan a las cerezas, divididas en dos casillas, cada una de las cuales contiene una semilla. Al eliminarse la pulpa de éstas y las membranas que la envuelven, se obtiene el grano.
Orígenes
Los orígenes conocidos del café se remontan a la mitad del siglo XIV. Fausto Naironi, en un libro del siglo XVII describe las propiedades del café, y también una leyenda sobre éste que se refiere a un pastor de Etiopía. Dice que en el año 1440, éste contó a unos monjes que los animales de su rebaño habían estado nerviosos durante el día y saltando toda la noche. Los monjes, al comprender que los animales habían consumido algún yuyo o fruto que les causó tan curiosos trastornos, decidieron investigar: recogieron yuyos y frutos que pudieran ser los causantes y comprobando los efectos de cada uno llegaron a la conclusión de cuál era. Esta es la leyenda cristiana, pero los turcos y los árabes aseguran que no fueron monjes sino directamente los pastores los descubridores. Leyenda y discusiones aparte, lo real es que el café existe, aproximadamente, a partir de 1440; desde entonces, su uso comenzó a ser común en todo Oriente.
En Europa fue introducido a principios de 1700, por los holandeses, generalizando su uso rápidamente; en 1712 los franceses lo aclimatan en las Antillas, América Central y Meridional. En 1762 comienza el cultivo en el Brasil, pero solamente pasando unos años logra tener gran interés comercial. En la actualidad, Brasil entrega, aproximadamente, la mitad de la producción mundial; lo siguen en orden de importancia Colombia, México, Guatemala y El Salvador. Ahora se lo empieza a cultivar en el noroeste argentino, Salta y Jujuy.
Por la gran capacidad que tiene esta planta para adaptarse a muchos medios y a la hidridación, existen muchas especies y variedades de café; se destacan los grupos arábica, caneplora y libérica, si bien el primero es el más generalizado por todo el mundo.
Los granos del café, sometidos a una temperatura de unos 200 grados centígrados, se tuestan y adquieren un color oscuro, más volumen y menos peso. Se convierten, con agua hirviendo o vapor, en el popular café, que tiene un papel fundamental en las costumbres del hombre desde hace más de 3 siglos.
El café es un tonificante que actúa sobre el sistema nervioso y el aparato circulatorio, propiedades que se deben a un alcaloide que contiene la cafeína. Los efectos que produce en el organismo, si no te toma en exceso, son leves.
El café es el mudo testigo en importantes transacciones o reuniones: comienza, sigue o termina una amistad, una cita o una discusión. Es común tomar café mientras se vela un difunto. Lo cierto es que siempre siempre, el café está presente.
“¿Tomamos un café...?”



René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director EcoNews
rene@eco-news.com.ar

Cactus || Plantas crasas

Consideramos muy importante que el verde de las plantas participe en el interior de nuestra vivienda o en los jardines que la rodean o en un balcón, dando vida y color, armonizando perfectamente con los elementos decorativos, ayudando a crear un ambiente fresco, exquisito, interesante. Su serena belleza nos da una atmósfera de relajación y delicadeza.
En el maravilloso mundo vegetal encontramos todas las combinaciones. Están las que nos brindan el oxígeno que necesitamos, las que alegran nuestros ojos, que serenan nuestra mente; pero todas, todas representan más que nada una ilusión... un sueño... aunque nos hagan soñar despiertos.
Hay un grupo de plantas (las crasas) que ejercen un hechizo especial, por sus formas exóticas; algunas poseen un fascinante y sutil colorido; y otras, flores atractivas o sus hojas de distintos tonos de verde.
¿Qué es una planta crasa? Un vegetal que puede formar en su interior una reserva de agua para sobrevivir en caso de sequía. Estas plantas tienen estructuras, tallos y hojas de consistencia carnosa. En efecto, la especial forma de sus tejidos, ricos en humedad, las hacen adaptables y más resistentes que otras a distintas condiciones climáticas –que no siempre son favorables en nuestras viviendas en que la temperatura suele ser poco constante y la humedad a menudo falta. Por ser plantas de fácil cultivo es corriente verlas en todos los hogares.
A pesar de su resistencia y sencillo cultivo se deben tomar ciertas precauciones. Estas plantas provienen de muy diversas regiones y familias, pero tienen en común muchas características estructurales. Algunas no tienen hojas, sino tallos, espinas o pelos; otras están provistas de hojas carnosas o coriáceas; algunos tallos no son erguidos sino bajos o rastreros, para defenderse de los impetuosos vientos de los países de origen. Además, la epidermis de estas plantas cuenta con un número reducido de poros a fin de evitar una evaporación excesiva.
Si conocemos sus características estructurales y las condiciones climáticas de origen, nos resultará mucho más fácil su cuidado y cultivo.
Las crasas, si bien casi todas son xerófitas, o sea aptas para vivir en ambientes áridos, algunas de sus espacies no crecen en desiertos, sino que se encuentran en regiones frías y húmedas.
Las cactáceas, que es la familia a la que pertenece el mayor número de ejemplares, crecen en los trópicos, sobre todo en México, y también se encuentran en zonas secas de América del Sur: Brasil, Chile, Perú, Colombia y Argentina. Las epifitas viven en lugares más húmedos y se alimentan de otras descompuestas. Casi todas las aizoáceas como también las crasuláceas son de origen africano, aunque muchas de estas últimas se encuentran en Asia y América Central.
En origen crecen en terrenos recubiertos de aren o grava, donde el agua de lluvia se filtra con rapidez hacia las profundidades, o en laderas rocosas recubiertas por una ligera capa de tierra. También crecen en terrenos salinos de los litorales marítimos. De esta manera, para cultivarlas es necesario procurar reconstruir en lo posible sus condiciones de origen. Como ser: un terreno o maceta, asegurándonos que la mezcla de tierra tenga una buena cantidad de arena gruesa que ayude al drenaje, ya que el exceso de agua puede llegar a perjudicar las raíces y por consiguiente la planta. Que tenga luz en abundancia, pues requiere una posición bien iluminada, pero necesita protección de los rayos solares intensos. Los riegos no deben ser demasiado frecuentes. En verano, cuando su crecimiento es mayor, debe mantener algo de humedad, pero en invierno deben estar secos. La circulación del aire fresco y limpio es de suma importancia en estas plantas.
Las crasas son plantas temporarias de interiores; salvo que estén en lugar bien iluminado y aireado, prefieren condiciones más naturales, como puede ser un balcón, una terraza protegidos del sol pero bien ventilados. Por ejemplo, la comúnmente llamada siempreviva que crecerá con todo su fascinante hechizo al aire libre, al ponerla dentro de una habitación mal iluminada, así sea por pocos días, perderá todo su lustre.
Una de las plantas crasas más resistentes en interiores es la sansivieria; necesita poca luz, temperatura razonable y, con la mezcla de cultivo seco, se adapta perfectamente.
La enorme cantidad de plantas que existen en este grupo hace imposible citar o describirlas; pero conociendo su hábitat de origen podemos tratarlas, cultivarlas y darles lo mejor para que puedan crecer fuertes, sanas y así conservar todo su encanto y belleza natural.


René Darán
Fuente: Diario La Capital. Sección Flora y Fauna de Nuestro País /1984/87
Director EcoNews
rene@eco-news.com.ar